dimarts, 25 de juny del 2013

La sonrisa es la distancia más corta entre dos personas. Post 5.

El viaje se me estaba haciendo largo. Largo como cuando estás comiendo algo que no te apetece y parece que nunca llegue el momento de acabarlo. En ese instante me vino a la mente el plátano que llevaba en el bolso. Tenía tanta hambre que pensé en comérmelo velozmente sin fijarme siquiera que estaba pasado, con ese color oscuro y ese tacto tierno que hace que se te deshaga en la boca. Les ofrecí a los chicos pero nadie quiso. Sofía no contestaba y corté un trocito de mi plátano con la mano y lo deposité en la suya. Estaba segura que la cara que ponía era de hambre. Lo cogió y me dio las gracias. Bruno nos miró y mientras se rascaba ligeramente el hombro nos dijo: "¿Os vais a comer eso, enserio?". Yo le contesté: "Por supuesto, estoy muerta de hambre". Él se rió. No paraba de hacerlo. Se le veía un chico muy alegre aunque su mirada de ojos color miel no mostrara lo mismo. "¿Podríamos ir a comer todos juntos cuando lleguemos a Sitges, no?. "Sí", le contesté. Era un sí a medias porqué en realidad yo había emprendido aquél viaje para estar sola, pensar y tomar decisiones. Pero, ¿Cómo podía engañarme de aquella manera?. Sabía perfectamente que yo sola podía estar poco, que necesitaba estar acompañada. 
El tren paró durante diez minutos entre dos estaciones en medio de la montaña. Martín, el chico moreno, no paraba de tocarse la barba. Deslizaba su mano desde los mofletes a su barbilla en sencillos movimientos. "Me suena mogollón tu cara" me dijo. "¿Sí?. A mi él no me sonaba de nada pero me parecía guapo. El chico pelirrojo permanecía callado. Solo reía. Me fijé en su rodilla. Tenía una quemada que le llegaba desde ahí hasta su tobillo. Se le cayó un papel al suelo y me quise levantar a cogerlo pero no me dejó. Se levantó y entonces pude ver que cojeaba. En ese mismo instante sonó mi móvil y no lo cogí. Martín abrió lentamente sus labios, y yo ya me temía la pregunta, pero no: "Me encanta esa canción". Ante mi cara de sorpresa me dijo: "La que tienes de tono del móvil". Yo sonreí y le dije: "A mi también". 
La siguiente ya era nuestra parada. El tren se detuvo y las puertas se abrieron. Al poner los pies en la vía supe que después de llegar allí mi vida cambiaría. Había tomado una decisión y no había marcha atrás. Empezaba la aventura.