dimarts, 3 de setembre del 2013

Los imprescindibles existen. Post 6.

Los primeros minutos en la estación de Sitges fueron malos. Los recuerdo con nervios. Incluso hoy se me acelera el corazón. Lo que más recuerdo es la mirada de Martín a pocos metros de mi, como si flotara en el aire. Mientras lo observaba pensaba si me había equivocado otra vez en mi vida, escapándome. De hecho llevaba una temporada en la que no dejaba de preguntármelo. 
Saliendo de la estación volvió a sonar mi móvil. Miré la pantalla. Me negaba a descolgar la llamada. Andamos y andamos por las calles de ese precioso pueblo, estrechas, de piedra, blancas, grises,... Sofía, la chica de la sonrisa decidió pararse en la puerta de un colmado de esos de antes, de los que te recuerdan las mil historias que cuentan tus padres cuando iban a comprar de pequeños. En la puerta de éste colgaban chorizos, chistorras y fuet. Dentro atendía una señora mayor con un delantal en el que apenas se podía leer "Colmado Andreu". Mi teléfono volvió a sonar. Descolgué. Era Dani: