dimarts, 3 de setembre del 2013

Los imprescindibles existen. Post 6.

Los primeros minutos en la estación de Sitges fueron malos. Los recuerdo con nervios. Incluso hoy se me acelera el corazón. Lo que más recuerdo es la mirada de Martín a pocos metros de mi, como si flotara en el aire. Mientras lo observaba pensaba si me había equivocado otra vez en mi vida, escapándome. De hecho llevaba una temporada en la que no dejaba de preguntármelo. 
Saliendo de la estación volvió a sonar mi móvil. Miré la pantalla. Me negaba a descolgar la llamada. Andamos y andamos por las calles de ese precioso pueblo, estrechas, de piedra, blancas, grises,... Sofía, la chica de la sonrisa decidió pararse en la puerta de un colmado de esos de antes, de los que te recuerdan las mil historias que cuentan tus padres cuando iban a comprar de pequeños. En la puerta de éste colgaban chorizos, chistorras y fuet. Dentro atendía una señora mayor con un delantal en el que apenas se podía leer "Colmado Andreu". Mi teléfono volvió a sonar. Descolgué. Era Dani: 

-¿Dónde estás?
- Hola Dani, me he marchado unos días fuera.
- ¿Y eso?
- Necesito desconectar.
- ¿De nada te ha servido que te intentara ayudar, verdad?
- No digas eso. Me ha servido de mucho. ¿Por qué no vienes?
- ¿Dónde estás?
- En Sitges. Ven anda, he conocido a unos chicos en el tren, ahora vamos a la playa. Si quieres vuelvo a la estación a buscarte o te vienes en la moto. 

Su silencio duró unos segundos. Después rió y me dijo:

- Venga va. Luego no te quejes que no has desconectado. 

Me reí y le colgué. Desde hacia unos meses Dani se había vuelto imprescindible en mi vida. Había estado presente en cada uno de los últimos cambios que yo había sufrido. Sufrido era la palabra correcta. Se podría decir que él había soportado tanto de mi como mis propios padres. 
Mientras lo esperaba en la estación me miré reflejada en un vidrio. Llevaba mi vestido verde de encaje. Cada vez que lo veía recordaba el día en que conocí a Dani. Yo sentada en un banco y él subido en una moto. Lo primero que pensé cuando se paró delante mío fue: dónde se cree que va este chulo con chaqueta de piel negra. Lo que vino después fueron meses de convivencia, llamadas, mensajes, risas y llantos. Nunca podría acabar de describirlo. Me quedaría corta. Es de esas personas que no sabes como definir. Cada detalle lo hace único. Tan simple y tan complejo a la vez. Él me enseñó que los imprescindibles existen.
Minutos más tarde, por la puerta de la estación salió un grupo de niños. Unos quince. Parecían de alguna agrupación escolta y deberían tener entre cinco y diez años. Uno empezó a correr hacia mí. Era rubio con el pelo fino y de piel muy blanca. Se paró delante mio y me dijo: "Señorita, ¿Dónde está la playa?. Le contesté y me abrazó. Me sorprendió. De hecho ese abrazo tierno hizo que no me diera cuenta de que Dani había aparcado la moto en la cera y me llamaba piccola, riendo, como siempre lo hacia. 

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