dimecres, 2 d’octubre del 2013

Me iré. Post 7.

Mientras aquél niño se alejaba de mí, Dani se acercaba. Llevaba sus botas negras, unos tejanos gastados y la chaqueta negra de cuero con la que lo conocí. Se había puesto más gomina de lo normal en su pelo negro como el carbón. Siempre lo hacia cuando tenía que coger la moto y se despeinaba con el casco. 
Mientras se aproximaba lo observaba fijamente, sonriendo. Era difícil que dejara de hacerlo cuando lo veía, incluso en los peores momentos sabía como sacarme una sonrisa. Lo abracé. Me miró sorprendido y me preguntó: "¿Todo bien?" a lo que le contesté lentamente y parpadeando un sí, simple, seco. 
Nos pusimos a andar dirigiéndonos al centro del pueblo. Yo, como siempre, le repetía: "Te vas a asfixiar con esa ropa" y él siempre respondía lo mismo: "que no, que llevo otra en la bolsa". Me agarró de la mano al acabar la frase mientras me miraba. Por la cabeza se me pasaron montones de pensamientos. Me sentía rara. Me había marchado y ahora él estaba aquí. Llegamos delante del colmado Andreu, en el que Sofía y los demás nos estaban esperando. Les presenté a Dani. Me fijé en que Martín lo miraba constantemente de camino a la playa. No sólo yo me dí cuenta de eso. Sofía también los miraba. A los dos. 
Llegamos a la playa. Pusimos las toallas en la arena. Dani se metió en el agua corriendo como un niño impaciente. Quizás llevaba tiempo viviendo la infancia que nunca tuvo. Me senté en la toalla con Sofía y él me saludaba desde el agua. Ella escuchaba su mp3 y comía unos palitos de pan que se había comprado. Me ofreció sin gesticular una palabra, sólo mostrándome la bolsa. Era una chica de pocas palabras. Me levanté y me fui hacia el agua corriendo. Poco me duró la tranquilidad: cuando iba a entrar al mar, Martín y Bruno me cogieron y me lanzaron hasta que me hundí. Dani vino a mi rescate riendo. "Si fuera yo el que te lo hubiera hecho, muerto estaría" me dijo. "Cállate feo" le conteste muy seria. "Feo, ¿Cómo que feo?, te vas a enterar". Después de esa frase ya sabía lo que venía, una competición de las nuestras, haber quién nadaba más y más lejos. Me reía tanto mientras nadaba que no podía ni respirar. Me tuve que parar. Él vino hacía mí, me cogió de las piernas y me lanzó tan alto que parecía que nunca tuviera que volver a tocar el agua. 
Me calmé y mientras lo agarraba de su brazo, moreno, muy moreno para ser el principio del verano, me quedé observando el paisaje: un mar en calma, muy azul. Así agarrada a él empecé a pensar qué haría. Raro era que no hubiera planificado hasta el momento. Lo único que tenía claro es que ahora él volvía a estar a mi lado, después de meses sin complicidad y lejos uno del otro. Ahora nos encontrábamos entre otras gentes, alejados de las nuestras y sin un plan fijo. Una cosa estaba clara, no quería que se marchara. 
"Parecen majos" pronunció Dani girándose a mirar a Sofía, Bruno y Martín. Asentí con la cabeza y añadí: "No tengo claro si están de vacaciones o qué hacen por aquí". Dani pensativo se acercó a mí, me abrazó y soltó: "Y tú, señorita, qué piensas hacer?, ¿te crees que te vas a ir de Barcelona y que tu familia y tus amigos se van a quedar igual?". Lo besé para que se callara y...bueno, porque también me apetecía. Él que siempre había vivido la vida sin nada planeado me estaba metiendo presión a sólo tres horas de mi huida. Pero es que en el fondo me conocía tanto. Me quería marchar unos días, ordenar las ideas y volver. Eso era lo que había pensado. 

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