dijous, 21 de novembre del 2013

EL PRIMER MUSICAL DEL "ENTRE NOSALTRES"

Deu anys de teatre: més que improvisació

La companyia de teatre ENTRE NOSALTRES aposta pel musical l’any del seu desè aniversari 
Victòria Pastor.

És evident l’afició pel teatre a Catalunya. A Barcelona comptem amb un nombre important de sales per a representacions i entitats que fan propostes culturals vinculades a l’escena. I, entre aquestes, trobem a l’Escola de la Dona, NODAMEN, una associació d’alumnes i ex-alumnes i el seu grup de teatre ENTRE NOSALTRES.

NODAMEN compta amb diversos grups d’activitats organitzades que es realitzen principalment a l’Escola de la Dona, dins l’espai Francesca Bonnemaison, al barri de Ciutat Vella de Barcelona. Dins aquesta associació hi trobem la Coral NODAMEN, un grup de teatre anomenat ENTRE NOSALTRES, que va sorgir en els seus inicis d’un curset d’improvisació en el qual participaven els seus membres, i un grup d’expressió corporal anomenat GATZARA.


Alguns dels actors d’Entre Nosaltres representant Mareig

dimecres, 2 d’octubre del 2013

Me iré. Post 7.

Mientras aquél niño se alejaba de mí, Dani se acercaba. Llevaba sus botas negras, unos tejanos gastados y la chaqueta negra de cuero con la que lo conocí. Se había puesto más gomina de lo normal en su pelo negro como el carbón. Siempre lo hacia cuando tenía que coger la moto y se despeinaba con el casco. 
Mientras se aproximaba lo observaba fijamente, sonriendo. Era difícil que dejara de hacerlo cuando lo veía, incluso en los peores momentos sabía como sacarme una sonrisa. Lo abracé. Me miró sorprendido y me preguntó: "¿Todo bien?" a lo que le contesté lentamente y parpadeando un sí, simple, seco. 
Nos pusimos a andar dirigiéndonos al centro del pueblo. Yo, como siempre, le repetía: "Te vas a asfixiar con esa ropa" y él siempre respondía lo mismo: "que no, que llevo otra en la bolsa". Me agarró de la mano al acabar la frase mientras me miraba. Por la cabeza se me pasaron montones de pensamientos. Me sentía rara. Me había marchado y ahora él estaba aquí. Llegamos delante del colmado Andreu, en el que Sofía y los demás nos estaban esperando. Les presenté a Dani. Me fijé en que Martín lo miraba constantemente de camino a la playa. No sólo yo me dí cuenta de eso. Sofía también los miraba. A los dos. 

dimarts, 3 de setembre del 2013

Los imprescindibles existen. Post 6.

Los primeros minutos en la estación de Sitges fueron malos. Los recuerdo con nervios. Incluso hoy se me acelera el corazón. Lo que más recuerdo es la mirada de Martín a pocos metros de mi, como si flotara en el aire. Mientras lo observaba pensaba si me había equivocado otra vez en mi vida, escapándome. De hecho llevaba una temporada en la que no dejaba de preguntármelo. 
Saliendo de la estación volvió a sonar mi móvil. Miré la pantalla. Me negaba a descolgar la llamada. Andamos y andamos por las calles de ese precioso pueblo, estrechas, de piedra, blancas, grises,... Sofía, la chica de la sonrisa decidió pararse en la puerta de un colmado de esos de antes, de los que te recuerdan las mil historias que cuentan tus padres cuando iban a comprar de pequeños. En la puerta de éste colgaban chorizos, chistorras y fuet. Dentro atendía una señora mayor con un delantal en el que apenas se podía leer "Colmado Andreu". Mi teléfono volvió a sonar. Descolgué. Era Dani: 

dimarts, 25 de juny del 2013

La sonrisa es la distancia más corta entre dos personas. Post 5.

El viaje se me estaba haciendo largo. Largo como cuando estás comiendo algo que no te apetece y parece que nunca llegue el momento de acabarlo. En ese instante me vino a la mente el plátano que llevaba en el bolso. Tenía tanta hambre que pensé en comérmelo velozmente sin fijarme siquiera que estaba pasado, con ese color oscuro y ese tacto tierno que hace que se te deshaga en la boca. Les ofrecí a los chicos pero nadie quiso. Sofía no contestaba y corté un trocito de mi plátano con la mano y lo deposité en la suya. Estaba segura que la cara que ponía era de hambre. Lo cogió y me dio las gracias. Bruno nos miró y mientras se rascaba ligeramente el hombro nos dijo: "¿Os vais a comer eso, enserio?". Yo le contesté: "Por supuesto, estoy muerta de hambre". Él se rió. No paraba de hacerlo. Se le veía un chico muy alegre aunque su mirada de ojos color miel no mostrara lo mismo. "¿Podríamos ir a comer todos juntos cuando lleguemos a Sitges, no?. "Sí", le contesté. Era un sí a medias porqué en realidad yo había emprendido aquél viaje para estar sola, pensar y tomar decisiones. Pero, ¿Cómo podía engañarme de aquella manera?. Sabía perfectamente que yo sola podía estar poco, que necesitaba estar acompañada. 
El tren paró durante diez minutos entre dos estaciones en medio de la montaña. Martín, el chico moreno, no paraba de tocarse la barba. Deslizaba su mano desde los mofletes a su barbilla en sencillos movimientos. "Me suena mogollón tu cara" me dijo. "¿Sí?. A mi él no me sonaba de nada pero me parecía guapo. El chico pelirrojo permanecía callado. Solo reía. Me fijé en su rodilla. Tenía una quemada que le llegaba desde ahí hasta su tobillo. Se le cayó un papel al suelo y me quise levantar a cogerlo pero no me dejó. Se levantó y entonces pude ver que cojeaba. En ese mismo instante sonó mi móvil y no lo cogí. Martín abrió lentamente sus labios, y yo ya me temía la pregunta, pero no: "Me encanta esa canción". Ante mi cara de sorpresa me dijo: "La que tienes de tono del móvil". Yo sonreí y le dije: "A mi también". 
La siguiente ya era nuestra parada. El tren se detuvo y las puertas se abrieron. Al poner los pies en la vía supe que después de llegar allí mi vida cambiaría. Había tomado una decisión y no había marcha atrás. Empezaba la aventura. 

divendres, 31 de maig del 2013

Nunca es tarde. Post 4.

La alarma del tren empezó a sonar y las puertas se cerraron de golpe. Una vez dentro, observé a un grupo de tres chicos y una chica. Ellos estaban sentados y ella de pie. Me acerqué y les pregunté si en el asiento que estaba vacío se iba a sentar alguien y me respondieron que no y que me podía poner allí sin ningún problema. El tren arrancó y empecé a observar el paisaje a través de la pequeña ventana manchada de azúcar, probablemente por algún niño que habría estado rondando por allí horas antes. 
"¿Vas a Sitges?" me dijo el que parecía el más mayor de los tres. "Sí, o eso creo" respondí yo. Realmente no estaba segura de porqué me iba de Barcelona, quizás simplemente para desconectar, me dije, pero en realidad sabía que me marchaba porqué me estaba ahogando. Autopresionarse nunca ha sido bueno y eso era lo que yo llevaba haciendo desde hacia mucho tiempo. Bruno, así se llamaba el chico, me soltó: "¿Entonces crees que vas allí?". Yo le sonreí. No sabía si esa sonrisa me dejaría como a una loca o nos serviría para simpatizar más. La cuestión es que sus amigos, el moreno con gafas de sol y el pelirrojo con barba, empezaron a comentar lo bien que se lo habían pasado hacía un año en la playa de ese pueblo. La chica solo sonreía y me miraba cuando yo también lo hacía. Los cuatro llevaban cada uno una mochila pequeña y el bañador puesto. Era pleno mes de junio y la calor empezaba a apretar en Cataluña. 
Mientras ellos hablaban y se hacían bromas yo observaba la mano de un hombre que estaba sentado en los asientos de al lado. Éste llevaba puesto un anillo en forma de trenza que me hizo recordar momentos geniales con una persona especial. No pude dejar de pensar como llegan a cambiar las cosas en un mes. "Todo depende de ti" me dije. Volamos a tres metros de altura cuando algo bonito nos ocurre y viajamos empotrados al suelo cuando nada va como queremos. Miramos a nuestro alrededor y hay a la vez mucho y poco que comentar. Los detalles son maravillosos cuando todo nos va bien y no existen cuando nos va mal. Hay épocas que sentimos necesidad de estar apegados a los que más queremos y épocas en las que desaparecemos porqué no somos capaces de sobrellevar según que relaciones. 
De repente ella, Sofía se llamaba, me dijo: "Es bonito ese vestido" a lo que le respondí con un gracias y una sonrisa. Estábamos llegando a Sitges y me decidí a preguntarles de dónde eran. Llevaban todo el trayecto intentado entablar conversación conmigo y yo me comporté de manera tímida y cortante. Era el momento de hablarles un poco de mi. 

dissabte, 27 d’abril del 2013

Una mañana lluviosa de sábado

Barcelona. Sábado. Las nueve de la mañana y te despiertas sin que suene el despertador. Sacas el brazo de debajo de las sábanas y retiras la manta. Es abril y aún hace frío. Coges el móvil de la mesita de noche y miras la hora una y otra vez pensando por qué narices te has despertado tan pronto. De hecho, recuerdas que te fuiste a dormir a las doce pero que a las dos te despertó la risa de alguien. Y das gracias que fueron las carcajadas y no el llanto. A las seis volviste a mirar la hora inquieta sin saber de dónde venían esos nervios que sentías. 
Hacerte la remolona durante una hora y subir la persiana. Quedarte mirando el cristal de la ventana y las gotas de agua que se deslizan por él lentas y sin prisa. El ruido que producen cuando caen en el vidrio te recuerda momentos vividos: El pasado verano en el jardín viendo cómo caía granizo, tú corriendo descalza con 10 años por el asfalto de tu calle mientras llovía. Tardes en las que pasan las horas a ritmo tempestivo en el bar del pueblo. Hace dos meses con el pelo encrespado recorriendo las calles de la ciudad condal. La lluvia igual que el sol nos acompaña a diario en miles de situaciones vividas. Tenemos la manía de ligarla a lo triste pero cuando hacemos memoria nos sale la sonrisa. 
Te sientas en la silla del escritorio frente a la ventana y te das cuenta de cómo pasan los años. Miras atrás y hay tanto que ha cambiado. Tú en el mismo sitio físico pero has avanzado ya tanto y quieres  llegar a obtener más. La familia y los amigos, para muchos lo más grande, algunos siempre a tu lado, otros ya se han alejado. Te levantas. Es hora de desayunar y continuar. Es sábado, uno de esos fines de semana extraños, de recuerdo, de nostalgia, de sonrisas.

dilluns, 15 d’abril del 2013

Vuelve a ser lunes...

Otro lunes más en nuestra agenda de vida. Otro día más que pasará para unos sin pena ni gloria y para otros con acciones significativas que harán de su existencia algo especial. En los tiempos que corren, cuando vamos a levantarnos cada mañana de la cama, intentamos hacer el esfuerzo de poner el pie derecho antes que el izquierdo para que al menos nuestra jornada empiece bien. 
Probablemente desayunamos viendo las noticias. Nos escandalizamos con la muerte de tal persona, o el político que "presuntamente" ha robado dinero público, con un desahucio o con la voz de aquella presentadora que no sabe muy bien qué dice pero que lleva años liderando mañanas. Nos vestimos escuchando la radio. Mejor música pensamos. Ésta quizás nos suba el ánimo.
Repasamos todo lo que debemos llevar a cabo durante el día. Y mientras nuestra jornada transcurre, podemos llegar a recordar a mucha gente. Nuestros familiares, amigos, parejas, animales de compañía,... personas en las que normalmente pensamos porque nos sale una sonrisa. Son también la luz de esperanza que nos enseña que el día puede llegar a acabar bien y que debemos soportarlo. 
Contexto de crisis. Tan cansados ya de oír lo mismo cada día. A algunos les crispa, a otros les da igual y los demás lo sufren en silencio pensando que pronto llegarán tiempos mejores. La esperanza. A eso se le llama esperanza. Esa palabra que nos puede ayudar tanto como hundirnos. La esperanza de algo mejor que a veces llega pero que otras no. 

¡Feliz Lunes!

dijous, 14 de març del 2013

Reflexiones

Muy buenos días a todos. Ésta no es una entrada habitual, es una reflexión de esas que se te pasan por la cabeza cuando algo va mal. Espero que mis palabras además de ayudarme a mi a expresar lo que pienso ayuden a más gente que se sienta identificada con ellas. Ahí van: 

Cuando algo va mal todo nos tiembla. Despacio, con la inercia, ese algo, con su negatividad, nos invade en todo y el todo se vuelve negro. Dudamos de todo y nos cuestionamos cada paso que damos o vamos a dar. Hay épocas que esto dura horas y otras que dura días. Cuando esa situación se alarga las personas que te quieren y que están a tu lado se preguntan si tu podrás llegar a salir de ahí. Se vuelcan en ti y hacen todo lo posible por escucharte y hacerte sonreír. Hacen lo que pueden para que entiendas que fuera de tus preocupaciones hay mucho más, que te queda mucho por vivir y que vivas el presente y lo disfrutes. Tu no crees en nada pero piensas: "si otras veces he salido de esto puedo hacerlo ahora aunque ya no tenga fuerzas". Lo más importante es que cuando parece que todo se hunde sepas que ellos están ahí y que cuando tu "vuelvas" ellos te estarán esperando. Y deseas volver ya pero hay algo que te sigue aferrando a aquél vacío que cuando se llena es maravilloso.

dilluns, 11 de febrer del 2013

Destino tu vida. Post 3.


Seguí andando sin pensar hacia dónde iba. Ésa era una de las pocas veces que no me lo preguntaba. Caminaba acompañada de una de las personas más importantes de mi vida y cuando él estaba a mi lado confiaba en su criterio. 
Las hojas de los árboles caían haciendo leves movimientos en forma de zeta. Era otoño en la ciudad condal y los árboles lucían sus tonalidades de colores marrones y verdes. Los niños y los perros corrían paseo arriba, paseo abajo y la arenilla del suelo desprendía un polvo marrón que parecía evadirse. 
Saliendo del parque pude ver a un hombre que me observaba. Cuando lo volví a mirar ya no estaba. En ese preciso instante mi padre se despidió de mi sin pensar que ésa sería la última vez que nos veríamos en mucho tiempo. 

dimecres, 23 de gener del 2013

Y continua la novela...ataque de inspiración...


Decidí volver a casa. Me dispuse a cruzar cuando vi que el semáforo estaba en rojo pero en el preciso instante en que puse un pie en el asfalto un ciclista pasó por mi lado y cayó con tan mala suerte que se manchó todo de barro. Le quise ayudar pero no me dio tiempo. Se levantó él solo. Rápidamente se montó en la bici y se alejó de mí regalándome una mirada.
No dejaba de preguntarme por qué aquél hombre no me había dicho nada pero continué hacia la Estación del Norte pasando cerca del Parque de la Ciudadela sin perder detalle de los diversos cantos que producían los pajaritos que allí habitaban. No lo pude evitar, mis pies me acabaron llevando dentro de aquel parque que tantos momentos me recordaba. Y mientras pensaba en los largos paseos de los que disfrutaba junto a mi padre cuando tenía 9 años mi mirada se nubló y pude ver su silueta. Ahí estaba él, mirándome, sin hacer nada más.